Hoy fue un gran día. Hoy fue el comienzo de algo maravilloso, seguro y puro. Hoy hace dos años tuve la oportunidad de mirarte fielmente a los ojos y perderme en el abismo de tus iris sin querer volver atrás.
Hoy mi romántica valentía me concedió el deseo de poder disfrutar de tus labios como el hombre que tuvo la oportunidad de probar la miel de los Dioses antes de morir.
Hoy fue un gran día. Pero hoy no lo será.
El otro día te vi. El otro día mis pies no quisieron avanzar mientras que mis ojos veían aquella simple silueta oscura a través de una ventana. Mi cerebro no fue capaz de ordenar a mis piernas seguir bajando aquella calle a las ocho de la noche. Ellos solo querían quedarse allí. Querían entrar en aquel portal y subir un piso. Dos pisos. Tres pisos. Cuatro pisos. Mi mano quería tocar el marco de tu puerta sin avisar de mi llegada y entrar hasta llegar a tu burbuja de confort. Cierro los ojos...
Visualicé tu habitación. Visualicé momentos. Visualicé tu sonrisa. Madre mía, que sonrisa. Qué honor. Qué debilidad.
Entré en tu cuarto y vi la comodidad retozar en la cama junto con la tranquilidad. a mi izquierda, vi nuestro viaje de vuelta cuando perdimos aquel tren. A mi derecha, vi nuestro viaje a en tren...en autobús...vi nuestro climax en la carretera antes de llegar a nuestro destino. Vi un maravilloso día cargado de emociones, travesuras y risas.
Di un paso. Respiro. Te recuerdo. Tu sonrisa me abofetea el corazón. Tus ojos verdes y amarillos me atraviesan el alma como si de dos Dagas Ardientes se tratasen. Pero no me importa. No importa sufrir por aquello que amé. Sería un necio si obviase aquella oportunidad que se me brindó.
Di otro paso. Decido girar mi vista hacia el escritorio. La luz de la lámpara del escritorio esta encendida. Tu silueta tapa parte de esa luz. Una luz que permitió a tu cabello brillar como lo hace siempre. Cabellos dorados y oscuros bailando al son de una brisa fría proveniente de aquella ventana. La brisa que me hace recordar aquellas montañas, aquel precioso lugar. Aquella compañía que uno no quiere dejar de tener. Recuerdo aquellos besos. Bueno, mentira. Recuerdo todos los besos que tuve el honor de guardar en el Baúl de los Recuerdos. Que tuve la oportunidad de disfrutar. Todos. Tú sonrisa. Mi corazón no entiende como algo tan puro puede existir. Mi corazón no entiende como algo tan bello puede seguir escapando de las garras de la Familia de la Perdición.
Me acerco a la altura de su oreja. Mi olfato, efectivo y al alcance de tu cuello, es capaz de recordar sorpresas. Es capaz de recordar cada una de las veces que Un Simple Mortal te quiso rescatar de aquellos desalmados que te apartaban por beneficio propio. Aquellas veces en las que me acercaba a aquella ventana esperando a ser visto. Esperando a aquella expresión de felicidad. Esperando a ver esos ojos una vez más. Esperando a recibir el calor de tus brazos rodeando mi cuello, ojos cerrados, tranquilidad y seguridad al cien por cien.
No dudo en girar mi cabeza. Cierro los ojos. Mis labios rozan tu mejilla. Tu blanca y suave mejilla, con el único propósito de poder recordar una vez más cómo mi vida se basó en poder verte feliz...
Mi cigarro se apaga. Tu silueta se va ocultando poco a poco sumida en lo que seguramente sea un deber que no quieres hacer. Mis ojos no saben qué hacer, así que son mis pies los que me dan una palmadita en la espalda y deciden que, aun a mi pesar, es el momento de seguir bajando aquella calle hacia la ciudad que Todo Lo Sabe. La Ciudad que presenció aquel beso, aquel comienzo, aquellos Recuerdos, aquel inusual final...
Hoy hace dos años tuve la oportunidad de mirarte fielmente a los ojos y perderme en el abismo de tus iris sin querer volver atrás.
Con Cariño...Un Simple Mortal.
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