Los papás de de Epoh no tenían mucho dinero. Podían costearse
lo justo y necesario para poder vivir sin preocupaciones de ningún tipo. De
hecho, todos los materiales que le habían conseguido a Epoh no los habían
comprado del tirón. Allá en el pueblo, al lado de la taberna del viejo Bengt,
hay una especie de almacenes, los cuales puedes alquilar. Tom decidió que
decimoquinto cumpleaños de Epoh tenía que ser especial y decidieron alquilar
uno de esos almacenes y decirles a todos sus amigos que, si conocían de alguien
que fuera a tirar algún tipo de material, ¡que no lo hicieran! Que lo dejasen a
las puertas del pequeño almacén para el pequeño Epoh.
Tampoco he hablado mucho de ese pueblo. Bueno, tampoco hay mucho
que contar de él. Era un pueblo pequeño, de esos donde todo el mundo se conoce,
se ayuda, se ríe, se baila en las fiestas y se disfruta. Su alcalde es Kjell
Håkan.
Uno de sus antepasados fue el creador del pueblo, ya que fue construido desde la
nada a causa de los numerosos ciudadanos que emigraban a otras tierras por
miedo a la hambruna y a una posible rebelión, ya que la sociedad aumentaba,
pero escaseaban recursos siendo la lenta Industrialización la causante de todo.
EL antepasado del alcalde decidió llevarse consigo a su familia y a unos amigos
levantando así, a pico y pala, una serie de casitas que, con el paso del
tiempo, darían lugar a un maravilloso hogar para unas 300 personas.
Todos contribuyeron a la causa que Tom y Homte estaban llevando a
cabo para el regalo de Epoh. Un pueblerino incluso invitó a la joven pareja a
una ronda del mejor vino que Bengt tuviera en su despensa; Estaba tan feliz de
escuchar que, aquel niño que siempre se paseaba por su tienda de antigüedades haciendo
numerosas preguntas sobre aquellos objetos tan fascinantes que estaban tras el
mostrador, iba a poder tener la opción de salir a ver mundo, que hasta Bengt
pudo ver alguna lagrimilla que otra entre vino y vino.
Si, Epoh era conocido en el pueblo. Siempre aprovechaba cualquier
viaje que los padres hacían al pueblo para ir con ellos. Era parar el motor de
la camioneta y salir Epoh disparado por la puerta tasera decidido a explorar,
ayudar o simplemente correr entre aquellas calles llenas de tierra y gallinas.
Siempre recibía muestras de cariño por parte de los vecinos, ya fuera a modo de
calurosos tirones y besos en las mejillas, como de trozos de pastel de carne recién
salidos del horno, aunque la sonrisa de Epoh cuando recibía más de lo primero y
menos de lo segundo no fuera la más aguileña de todo el lugar.
Mientras, los padres de Epoh se encargaban de organizarse para
hacer los recados que tenían pendientes. Entre ellos siempre estaba ir a mirar
el almacén por si alguien había dejado algo fuera. No fue nada fácil reunir
todo aquel material: muchas de las cosas que dejaban estaban oxidadas o carcomidas
por el agua y los bichos. Muchos de los que se pasaban por el almacén para
dejar algo, aprovechaban y cogían otra cosa que estuviera en buen estado.
Hacían uso de lo que yo llamo IPSUJI: Intercambio Porque Soy Un Jeta Impresionante.
Normalmente eran mercaderes, la mayoría desagradecidos cabeza
huecas, que viajaban de paso con sus barcos y atracaban para poder dormir en
una cama de verdad y comer un buen plato de estofado caliente. Por eso tenían
que tener cuidado de que todas las piezas estuvieran en buen estado, ya que no
querían que el resto sufrieran de algún modo u otro.
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