Conforme me alejaba del autobús, de la sangre, los gritos, los niños traumatizados, el tumulto de curiosos...iba poco a poco volviendo a la realidad. La verdad que,
analizándolo objetivamente, había sido una hazaña impresionante. Nunca había
hecho nada igual. Mientras más caminaba, más se notaba el dolor e los brazos.
Intenté no dejarlos caer; así no correría mucho la sangre por ellos y no
sentiría mucho dolor, pero era inevitable. Son las 14:00h. En media tengo que
estar en la oficina para comer con Mike
y las chicas…y luego a las 16:00h. grabación... No sé si podré estar al
100% para grabarla. De hecho, no se siquiera si podré sujetar el micrófono con
la manos. Y menos mal que Charlie está bien. Ese corte en la cabeza…espero que
los padres no se le echen encima a gritos, aunque ella no ha tenido la culpa de
que un cruel pobre hombre haya elegido el autobús escolar para desahogarse por
alguna mala noticia que le haya llegado.
No había caminado ni 50 metros, cuando empecé a darme cuenta
de que todo el mundo me miraba. Miré hacia mi derecha, caras de asombro. Mire
hacia la izquierda, gente parada a mí alrededor. Me empecé a sentir incómodo.
Agarré mi maletín con más fuerza y decidí acelerar mi paso. ¿Por qué la gente
me está señalando? Nada más comenzar mi carrera de atletismo dirección “Oficina”
con la mirada gacha, un hombre corpulento con cara de pocos amigos se cruza en
mi camino y me obliga a chocarme contra él. Levanté la cabeza y pensé: “No me
puedo creer que, después de todo lo que acaba de pasar, haya alguien con ganas
de más fiesta”. Pedí disculpas por mi torpeza y me aparté por su izquierda para
seguir mi camino.
- ¡Eh, muchacho!- paré en seco.
Su voz era muy grave, muy
rasgada por toda la nicotina que había viajado por su cuerpo. Me giré poco a
poco hasta ponerme frente a él, dispuesto a recibir cualquier cosa que el tonto
este quisiera decirme. ¡Es que, para colmo ha sido el quién se me ha cruzado!
Intenté levantar los brazos para mostrar un signo de tranquilidad al señor,
pero me era imposible.
- ¿A dónde ibas con tanta prisa?- preguntó el Señor
Nicotina.
Conforme el Señor N iba hablando, la multitud iba formando un círculo
a nuestro alrededor. Qué agobio. Sólo quería irme al trabajo y mantener mi
cabeza ocupada hasta las siete de la tarde.
- Lo que has hecho por esos niños y
su profesora…me has dejado asombrado. Es más, puedo decir que “Nos” has dejado
asombrados.
No sé si habéis visto alguna vez alguna foto de esas que circulan
por Internet del típico gato con la mirada firme y la boca abierta. Así me
quedé yo.
- Un momento…yo le conozco. Usted es Eric Ripert, propietario del Le
Bernardin.
Para los que no sepáis quién es, Eric Ripert es un cocinero
francés especializado en comida tradicional francesa y resaltada por las
maravillas que realiza con el marisco en su totalidad. Posee tres estrellas Michelin y cuatro estrellas del The New York Times. Aparte, el Le Bernardin ha sido uno de los restaurantes
elegidos para encontrarse entre los 50 mejores restaurantes del mundo; vamos,
lo que viene siendo todo un honor toparse con él.
- Vaya, señor Ripert…
- Llámame
Eric- dijo él con una sonrisa en el rostro.
- Oh, vale. Eric. No esperaba
encontrarle por aquí. Su restaurante está a unas seis manzanas de aquí.- no
sabía qué decir.
La única vez que lo había visto en “persona” fue por los
pasillos de la cadena. Venía a que le hicieran una entrevista por su espléndida
carrera tanto en Francia como en Estados Unidos. Y digo entre comillas en “persona”
porque lo vi de lejos…muy muy de lejos.
- Iba de camino al restaurante cuando
empecé a escuchar sirenas y gritos de personas asustadas. Al parecer, un loco había
secuestrado un autobús escolar y habían acordonado la zona. Ya luego, gracias a
la cámara que instalaste dentro del Bus, pudimos ver cómo te abalanzaste sobre
él y conseguiste reducirle. Eres un héroe, Richard. No hay mucha gente en esta
maravillosa ciudad con el valor suficiente para hacer lo que tú hiciste. Algo
te habrá llevado a hacerlo y no una simple noticia más, ¿no?
- La verdad,
señor Ripert...
- Eric. Me llamo Eric- dijo él entre risas.
- Si, disculpe. La verdad
Eric, es que no era algo lo que me había llevado a ello, sino alguien…”
- ¿La
profesora del Autobús?
- ¿Cómo lo sabe?”- dije yo ruborizado.
-Jajaja. Ay
amigo mío, uno siempre hará locuras por Amor. ¿Qué te parece si te doy mi número
y os invito a la muchacha y a ti un día a cenar en él Le Bernardin?- ¿Recordáis el gato del que os hablé antes? ¿El de
la imagen en Internet? Así me sentía yo.
- Oh, señor…¡digo Eric! Sería todo un gran honor
poder comer en su restaurante.
- ¡Pues dicho y hecho! Llámame cuando quieras
que te recibiremos con los brazos abiertos, héroe.
Nada más terminar, se
abalanzó sobre mí y me dio un abrazo que nunca olvidaré. Mientras, el resto de
ciudadanos que nos rodeaban, empezaron a acercarse para felicitarme con abrazos
y vítores al compás de “Héroe”.
Qué suerte había tenido. Había conocido a uno de los mejores
Chef del momento y, para colmo, iba a poder cenar esta noche con Charlie en uno de los
mejores restaurantes del mundo...
...O eso creía...
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