Inspiró suavemente el olor que le había sido otorgado. Comienza a recordar. Lo recuerda
todo. No es capaz de olvidarlo. Es más, no puede. Sabe que debe, pero no puede.
Como si de una cicatriz se tratase, vuelven a él aquellos momentos. Cierra los
ojos. Inspira. Esta vez más fuerte que la anterior. Se le vienen imágenes a la
mente.
"Lo recuerdo...
Recuerdo esa bufanda, ese cuello.
Recuerdo cada conversación, cada sonrisa, cada mirada con esos destinos
mirándome.
Recuerdo como me hacías presa con ese olor. Y qué olor.
Recuerdo cada roce de tus labios con los míos y de cómo me transportaba al
país de nunca jamás. Cómo me costaba volver. Cómo me costaba.
Recuerdo cada paseo, cada risa, cada asombro que tu rostro me deleitaba,
cada suplica para quedarnos un poco más en aquel banco para no descolocar aquel
momento.
Recuerdo cada bienvenida, cada despedida. Qué dolorosas que son. Qué claras
las veías, pero que tristes te parecían.
Recuerdo tu sabor: dulce como tú eras y adictivo como el chocolate que te
gustaba en aquellos momentos de amargura.
Recuerdo esa bufanda, ese cuello.
Recuerdo mis manos en tu cintura; firmes, como si de un candado se tratarán.
No tenías escapatoria, aunque tampoco querías escapar.
Recuerdo la claridad de la naturaleza reflejada en la exposición de tu alma.
Recuerdo la claridad que ofrece el sol en una cálida tarde de verano.
Recuerdo como deslizaba mi mano suavemente desde tu inteligencia hasta tu
bienestar.
Recuerdo la seguridad con la que te trataba, la atracción con la que me la
pedías.
Recuerdo esa bufanda, ese cuello.
Recuerdo tu perfume...dios mío qué perfume. Nada que ver con lo que sentía
el pobre Jean-Baptiste Grenouille. Era mi más valiosa
pero peligrosa Criptonita. Mis fosas nasales no tenían fondo. No podía
parar de oler. Os sonará obsesivo, pero es que es así como era. Sé que lo
habéis sentido, da igual con qué cosa; todos somos obsesivos a nuestra manera y
con lo que más nos gusta.
Recuerdo la suavidad con la que trataba ese cuerpo fuerte por fuera, pero
frágil por dentro. No me importaba; ya estaba yo ahí para que no te cayeses ni
una, ni dos, ni nunca.
Recuerdo los detalles, lo más importante de todo. La delicadeza con la que
todo era cuidado me atraía mucho más. Era todo tan recíproco, tan mágico...
Recuerdo el momento en el que tres monarcas llegaron para regalar lo que no
muchos pueden tener.
Recuerdo qué fue lo que me dejaron, lo que me
dejaste.
Recuerdo ese peluche, ese perfume. Dios qué perfume. Agoté las
reservas que tenía el pobre en su ser y te pedí más y más. No quería comprarlo;
yo quería tu cuello; para tranquilizarme, para dormir en él, para soñar
mientras olía el paraíso a tu lado.
Recuerdo esa bufanda, ese cuello.
Recuerdo el último día que te vi. El día en que me dejaste. En que nos
dejamos el uno al otro. El día en el que me separé de él. El día en el que
comencé a olvidar. El día en el que mi mundo comenzó a desmoronarse por primera
vez. El día en el que los maravillosos días de invierno pasaron a ser oscuros y
fríos.
Recuerdo las dagas atravesando mi pecho una y otra vez sin hora previa y sin
ganas de irse. No tenían prisa. Estaban cómodas. Habían encontrado la esencia
azul clara que llevaban buscando desde hace mucho tiempo. Todo lo que había
luchado contra ellas para al final arrebatarme lo que en su momento fue único.
Recuerdo su claridad, su belleza, todo.
Recuerdo esa bufanda, ese cuello.
Lo que no recordaba era su perfume..."
Con Cariño Un Simple Mortal
Comentarios
Publicar un comentario