Cuenta la leyenda, que en el fondo de nuestros corazones, existe una especie de
caja de los recuerdos que se mantiene cerrada casi herméticamente. En ella hay todo tipo de recuerdos: tu primer beso, la primera chica que te gustó, la primera sensación de daño que te produjo, etc. Hoy en día, esa caja hermética tiende a abrirse a causa de algunos factores inmortales. A unos les resulta más fácil mantenerla cerrada y no pensar en nada más que en el ahora o en el futuro pero, no os preocupeis los que tendeis a abrir esa caja, a ellos también les llegará su momento; aunque solo sean 30 segundos.
No os hagais los locos chiscos y chiscas, sabeis de qué caja os hablo: que para algunos tiene forma de baúl que, cuando lo abres, tiende a oler a tristeza, felicidad, amor, muerte... Obviamente se trata de una caja que no tiene llave, ya que se abre mediante la unión de deducciones profundas y pensamientos imposibles de cumplir. No todas las cajas son iguales claro está.
Os pongo el ejemplo de la mía: mi caja es más bien un baúl muy grande, ya que guarda muchísimos recuerdos de todo tipo, aunque los que más destacan son los amorosos. Es como el típico baúl que sale en el desván de las películas: de madera, un poco viejo desgastado por los años, pero no mucho ya que tiene que aguantar algunos años más. En los bordes se aprecian barras de acero bañadas en oro y, en la tapa, se puede leer "Baúl de los recuerdos".
Hay gente que, de tantos recuerdos que tiene, son incapaces de guardarlos todos y tienden a estar sueltos a sus anchas por todo el cuerpo llegando hasta el punto de volverlos totalmente
locos. Que os pensabais, ¿que la gente que está en los psiquiátricos están ahí por alguna locura que han cometido? Es por la falta de espacio en esos cubículos herméticos en el fondo de sus corazones. Esto no significa que, si tenemos muchos recuerdos, vaya a sernos imposible guardarlos todos y acabar junto a ellos; Existen maneras de sobrellevar este problema que atañe a toda la humanidad, como por ejemplo comprar una caja nueva un poco más grande o dividir en la caja los recuerdos y hacerlos pequeñitos para que te puedan caber los que vengan a continuación. Otra opción es el olvido, pero eso ya es un tema que yo no os puedo explicar ya que
yo nunca olvido. No sé olvidar; no puedo olvidar. No es que no pueda, es que me resulta cruel usar ese arma de destrucción masiva que ni siquiera tiene un fin beneficioso. Por eso mi pequeño gran baúl tiende a abrirse cada dos por tres y deja escapar los recuerdos más preciosos y traviesos cargados de energía y vitalidad.
No me resulta complicado volver a reunir todos esos recuerdos,
lo que me resulta difícil es cerrar el baúl...
Con Cariño, Un Simple Mortal
@inakizubiria
yo muchas veces lo abro y sonrío... :)
ResponderEliminartú no?
Mmmm...yo tiendo a no querer sonreír...si lo hago, recuerdo mas profundo...y eso es malo
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